miércoles, 14 de enero de 2009

Autorretrato de Melina Passadore

Aquí Melina parece dibujada por un Jack Kirby, por un John Romita, por un Sal Buscema, por un Steve Ditko. Parece una heroína de los '60, esas deidades afiladas que no perdían jamás su delicada esencia. Se me viene a la mente Diana Rigg, de los vengadores. Yvonne Graig, del Batman psicodélico... Y por sobre todas ellas: Barbara Feldon, la mujer que me quitaba el sueño hasta que apareció Melina Passadore.

Parece una espía rusa, preparada para matar sin dejar un charco de sangre. Una femme fatale terrible, sacada de una pesadilla húmeda. Pienso en música de espionaje, flautas, bajos y bongós. Pienso en cigarrillos con boquilla. En lápices labiales con forma de revólver. Imagino una lucha cuerpo a cuerpo con Melina, una lucha donde ninguno se despeina o se ensucia. Una pelea en un baño donde ninguno de los dos deben hacer ruido porque del otro lado de la puerta hay una fiesta llena de embajadores exóticos. Imagino que nos damos un beso, en el preciso momento del empate bélico.

Imagino que su lápiz de labio contenía veneno.

Y no me importa.

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